Cada año llega ese momento, para jugadores, para entrenadores, para padres y hasta los árbitros viven en algunos casos esa sensación.
Llega el final de temporada, y las competiciones llegan a su fin, y con ello, las finales de las competiciones, que durante todo el año, hemos jugado o arbitrado. La idea de esta entrada, no es ofrecer una visión única de cómo encararla. No es nada más que alguna reflexión, para hacerlo más llevadero.
Esta es una de las entradas en las que indiferentemente de quien las lea (jugador, entrenador, árbitro) se verá representado y podrá encontrar nexos de unión entre su experiencia y lo que aquí hablemos.
Para empezar, creo que hemos de hablar del primer punto clave del tema. Cuando te das cuenta que participarás en ese partido.
Todos participamos en alguno de estos partidos, en diferentes situaciones por supuesto. Algunos juegan el partido de la temporada al final de la liga regular, cuando se juegan no descender de categoría, o el ascenso a la siguiente. Otros lo juegan contra el equipo del pueblo vecino, con el que tienen gran rivalidad.
Y otros van avanzando, poco a poco, hasta ser convocados para participar en el partido de “su” temporada. Los árbitros són quizás los últimos en saber si tendrán la oportunidad de gozar de ese “partido de la temporada”.
Un equipo sabe si tiene plantilla o no para participar en una fase final, o en un campeonato estatal. Pero los árbitros, a parte de la progresión personal que tengan, tienen otro factor, que es la decisión de aquellos que les evalúan. Por eso, hasta que no se acerca la fecha del campeonato, no saben que en él, vivirán el partido de “su” temporada. Y en algunos casos, el “campeonato de su carrera”.
Ahora trasladémonos al momento en que se inicia ese partido. En todas las facetas del baloncesto, este partido puede suponer un gran éxito, o un gran fracaso, incluso a veces, solo un premio. Pero siempre es una de estas 3 opciones. No hay términos intermedios.
Los equipos que van al campeonato estatal, por ejemplo, con una buena plantilla, han de ganar. Si no ganan, es un fracaso.
Los equipos que van al campeonato estatal con una plantilla justa, viven el campeonato como un premio, sin importar que la derrota sea por 1 o por 100.
Y por otro lado los árbitros. Dependiendo del momento de su carrera, puede acabar en éxito (consiguiendo un ascenso), un fracaso (no ascendiendo o descendiendo) o un premio (sabiendo que no se ascenderá por diversos motivos y disfrutando del campeonato en si).
En todas las situaciones, deberíamos plantearnos cual es nuestro objetivo, y si a parte del éxito total o del fracaso estrepitoso, podemos encontrar un punto medio donde se crucen ambos para producir un resultado que aunque no sea positivo del todo, nos aporte algo a nuestra experiencia.
Una vez hemos analizado todo esto, llega el esperado momento. El Partido. Lo pongo en mayúsculas porque es el importante, el definitivo.
Los equipos llegan al pabellón, habiendo pasado una noche de nervios, el entrenador ha visto videos del rival infinidad de veces…
…Y el árbitro, aunque muchas veces no lo parezca, también ha pasado sus nervios, sus miedos y ha analizado el partido que arbitrará.
Los 2 equipos y los árbitros (junto con los auxiliares de mesa), se preparan para iniciar el partido. Ese partido que lo cambiará todo. O nada.
La clave para ganar ese partido (tanto a nivel de jugadores y entrenadores como a nivel arbitral), no es nada más alejado de la obviedad. Ser tú mismo.
No puedes ir a un campeonato a innovar. No puedes inventar cosas que antes no has practicado. Si lo intentas, tienes una gran probabilidad de fracasar.
Las cosas nuevas, necesitan tiempo, para hacerlas con confianza, para sacarles partido. No podemos pretender que los jugadores ejecuten un sistema determinado sin haberlo preparado, no podemos pretender que los árbitros ejecuten movimientos sin haberlos trabajado anteriormente en otros partidos.
Si innovamos, se nota. Se nota que la precisión no es la misma, se nota que no somos nosotros.
Una vez llegados al punto de disputar el partido de la temporada, el objetivo ha de ser disfrutarlo al máximo, dar lo mejor de ti, y a partir de ahí, la suerte dirá.
La finalidad es hacer en ese partido todo lo que se ha hecho durante la temporada, de la manera más perfecta posible por supuesto pero sin dejar de ser uno mismo, sin perder tu identidad.
Tu identidad es aquello que te hace diferente del resto. Lo has de conservar. En los partidos fáciles y en los difíciles, ya que si no eres tu mismo, te confundes entre la multitud, te conviertes en un calco de muchos otros, y todos esos otros, no han llegado a ese partido.
En resumen: Cuando llegues a disputar el partido de tu temporada, incluso el partido de tu carrera, DISFRUTALO, vivelo y a partir de ahí, solo el resto de factores definirán tu éxito o tu fracaso, pero en caso de que éste ultimo sea el que te toque vivir, que puedas decir que lo has hecho lo mejor que has podido, y que lo has intentado, siendo tu mismo.
27/06/2011 - Arbitrando Baloncesto